Liderar conlleva de manera inherente una presión sobre los hombros de aquel que lidera, porque hacerlo, consiste en dirigir o estar a la cabeza de un grupo, organización o movimiento, y estar a la cabeza es una inmensa responsabilidad la cual implica muchos desafíos.
Liderar requiere sin duda alguna de una serie de habilidades y capacidades, y hay perfiles temperamentales para los cuales el ejercicio del liderazgo termina siendo menos desafiante que para otros, pero no solo se necesita un temperamento y unas capacidades específicas para liderar, sino que se requiere de mucho carácter. Pero no el carácter entendido como fuerza temperamental, sino el carácter que viene como consecuencia de pasar tiempo con Jesús.
Ahora bien, aunque liderar en sí ya es un desafío que genera presión, hay diferentes tipos de presión y la forma de enfrentarla no es la misma en todos los escenarios. No puedo enfocarme en todos los contextos de liderazgo, pues sin duda no es lo mismo dirigir una organización comercial con cuotas de ventas, un hospital con una gran sala de emergencias, o una iglesia cristiana.
Para el caso de este escrito, quiero enfocarme en esta última función de liderazgo. La del líder cristiano. Aquel cuyo máximo desafío es guiar a otros hacia una relación con Dios en medio de un mundo tan dinámico y diverso como en el que actualmente vivimos.
La presión natural, es la que cualquier reto de liderazgo implica de manera inherente. Dirigir personas hacia la conquista de un objetivo común es un desafío que requiere enfrentar factores internos y externos. Para el líder cristiano, este liderazgo implica el cumplimiento de unos objetivos funcionales y administrativos, propios de las dinámicas adoptadas por las iglesias locales, las cuales existen para el cumplimiento de la visión trazada por la misión o denominación, la cual idealmente debe estar alineada con la Gran Comisión dejada por Jesucristo mismo (hacer discípulos de Él). Además de esto, el líder cristiano tiene el desafío de mantener su vida espiritual y emocional saludable por medio de una relación personal con el Espíritu Santo, lo que sin duda alivia la presión. Además, no podemos liderar a otros para que conozcan a un Dios al que nosotros no conocemos. Eso es hipocresía, necesitamos mostrar un Dios que vivimos.
El problema, es que la mayoría de los líderes fallamos en cuidar y guardar nuestra relación con Dios y nos enfocamos demasiado en nuestras estrategias y herramientas humanas para liderar de manera efectiva y manejar la presión. Estuve muy tentado a escribir sobre estas herramientas, para lo cual tendrían un documento hablando sobre el manejo del tiempo, el enfoque en el otro, trazar objetivos, hacer planes y presupuestos, etc.
Lo interesante, es que si miramos la vida de nuestro modelo a seguir, Jesucristo mismo, nos daremos cuenta que lejos de fórmulas o claves para liderar mejor o liderar bajo presión, su plan maestro consistía en escuchar las instrucciones diarias de Su Padre (por eso las Escrituras siempre nos presentan a Jesús apartándose a orar). Al hacerlo, podía perfectamente determinar sus próximos pasos y separar lo urgente de lo importante. Acción en la que la mayoría de los líderes fallamos pues por estar inmersos en lo urgente, vamos dilatando el cumplimiento de lo importante. Con un agravante, al hacerlo, otros nos imitarán y la presión incrementará.
Eso es lo que yo llamo la presión producto del desenfoque. Nos desenfocamos cuando dejamos de liderar guiados por el Espíritu Santo, y pasamos a liderar en nuestras propias agendas y con nuestras propias estrategias.
Tal vez sea un pasaje muy común para ti que me lees, pero no encuentro mejor ejemplo que aquel dejado por Lucas cuando relata la visita de Jesús a las hermanas Marta y María.
Lucas 10:38 Mientras iban ellos de camino, Él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; 42 pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada. LBLA
Al leer esta historia, puedo verme reflejado en Marta. Preocupado y molesto por tantas cosas. Y aunque miles de veces he leído e incluso predicado este pasaje, me cuesta mucho liderar al estilo de María; a los pies de Jesús escuchando sus palabras.
Es tremendo pensar que frente a esas dos posturas, Jesús dice que una de ellas es buena y permanente. La otra es mala y pasajera. Pero aún así, la mayoría de los que lideramos, vivimos atareados, llenos de cosas para hacer, de estrategias, de proyectos, de reuniones y de actividades eclesiásticas (que creemos que son espirituales por suceder dentro de las cuatro paredes de la Iglesia), mientras descuidamos esa buena parte la cual no nos será quitada.
Si leíste hasta aquí, te invito a que aprendamos juntos a sentarnos a los pies de Jesús y vivir confiadamente una vida que disfrute los ritmos no forzados de su gracia.
Eso es mantenernos enfocados, y eso reducirá significativamente la presión con la que diariamente lideramos.
Felipe Echeverri
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